Inauguración de la segunda etapa del Instituto Universitario Jesús Obrero Barquisimeto.

Jueves 2 de agosto de 2007.

Hoy vengo a repetir las palabras que ayer le trasmití en nombre de la Institución que presento, a sus compañeros del IUJO de San Francisco en Maracaibo, se trata de una confesión: entre las muchas actividades que forman parte de mi agenda, esta debe ser la que me produce no sólo la mejor satisfacción, sino también mayor sosiego y, a la vez, muchas interrogantes.

Hay un hecho que no siempre se toma en cuenta, y es que las instituciones y las empresas están constituidas por personas que tienen cada una, un modo de pensar, pero por encima de todo, una disposición a experimentar sentimientos de manera muy diversa. Los seres humanos podemos tener ideas o criterios semejantes, pero lo que realmente nos hace únicos y diferenciados es que nunca vivimos los sentimientos de modo similar.

Digo todo esto porque en un plano racional, como muchas otras personas en Venezuela, comparto plenamente que el más estratégico y duradero aporte que los empresarios podemos hacer por el país, por la Venezuela de nuestras pasiones, es contribuir al fortalecimiento de la educación y los valores de nuestra cultura. Pero en todo esto también están comprometidas mis emociones, de una manera muy especial y decisiva.

Aquí, a esta hora y frente a cada uno de ustedes, yo puedo regalarme el privilegio de respirar hondo y decirme, qué bueno que tuvimos el privilegio de contribuir a ésta causa. Miro esta obra, pienso en la utilidad que podría tener para ustedes y para próximas generaciones de gente deseosa de aprender, y me digo que ha valido la pena, que estos son los esfuerzos, las decisiones que nos reconcilian con la vida y el trabajo, frente a tantas dificultades y problemas con los que todos tenemos que lidiar cada día.

No muy lejos de aquí, en la ciudad de Maracaibo, ayer asistí al acto de graduación de la primera promoción del Instituto Universitario San Francisco, vuestra institución hermana y a la que aportamos 2 mil 450 millones de bolívares para la dotación de la primera etapa y donde además estamos contribuyendo con 7 mil millones de bolívares para otro edificio de aulas. Y hoy estoy entre ustedes, disfrutando del fructífero destino que han tenido los recursos donados acá en Barquisimeto tanto en la obra inaugurada en marzo de 2006 como en la que hoy se bautiza, que fueron por un monto de más de 7 mil millones de bolívares.

Si alguien me preguntara cómo hemos llegado hasta aquí, cómo es que para una institución financiera como Banesco, este centro de formación en Barquisimeto se convierte en un momento dado, en uno de sus propósitos y causas más importantes, yo le contestaré, porque nuestro sentido de responsabilidad no tiene fronteras, ni geográficas, ni temáticas.

Estamos aquí por convicción, por verdadero y madurado convencimiento. Porque tenemos un respeto hondo y renovado por esta ejemplar institución que es Fe y Alegría. Porque cuando evaluamos las necesidades que hay en el país, que son inmensas y muy complejas, nos percatamos de que lo mejor que podemos hacer es aportar para la meta de la formación y la multiplicación del conocimiento. Pero sobre todo, amigos aquí presentes, porque tenemos esperanza. Es el sentido de la esperanza, el sentimiento de que debemos atender a ese llamado del corazón que nos dice que es menester seguir luchando en todo lugar donde ello sea posible, lo que nos trae hasta ustedes, lo que nos une a este magnífico proyecto.

Decía al comienzo que la decisión de contribuir con las proyecciones de una institución como Fe y Alegría es, a la vez, fuente de regocijo pero también de interrogantes que tienen alguna significación. Es un pensamiento que, cada vez con mayor frecuencia, llevo conmigo. Me pregunto si será posible que muchas empresas, ciudadanos y personas con poder de decisión se sumen a una causa como esta. Si cada uno de los jóvenes que esta institución gradúe, tendrá en el primer plano de su agenda profesional la búsqueda de oportunidades para que, en los próximos años, más personas puedan ser beneficiadas por una acción educativa como ésta.

A lo que voy, es a la pregunta sobre cuánta comprensión y disposición real hay en la sociedad venezolana para abrazar a la educación, en todas sus fases, como la más importante y necesaria actividad personal, familiar, comunitaria y del conjunto de las instituciones. Me pregunto a menudo si entre lo que se dice y lo que de verdad se hace, hay una brecha muy grande o no. Pero también me hago la pregunta de un modo más inmediato, me la hago a mí y a la gente que me rodea. ¿Qué otras cosas podemos hacer? ¿Cómo hacemos para que enseñar y aprender sean el más unánime y eficiente proyecto de nuestra amada Venezuela?

Y no puedo cerrar mis palabras sin formularle la pregunta a los estudiantes de este Instituto Universitario Jesús Obrero: ¿Están dispuestos ustedes a tomar un compromiso con otros venezolanos los próximos años? ¿Serían capaces de no olvidar lo que han recibido para que ello se convierta en un episodio de gratitud, algún día, en alguna parte? Por último, ¿están ustedes dispuestos y acompañarme, en este mismo momento, a rendir un aplauso a esta gente maravillosa y luchadora que es Fe y Alegría?

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